lunes, 29 de junio de 2009

CUENTO La Casa de los Leones


La Casa De los Leones


- Servando. Me pareció escuchar un ruido en la entrada
- Julio. Estas loco yo no oí nada, debió ser el viento que esta golpeando los árboles fuerte, pues este invierno ha sido cruel con ellos, no hay una sola hoja, pareciera que todas huyeron sin dejar huella.
- Servando. Si, es raro que esto pase, siempre hay árboles que sobreviven a esta temporada del año. Es mejor que nos apresuremos a buscar los muebles viejos de esta casa, pues ya se esta haciendo tarde y pronto no veremos nada.
- Julio. Mejor nos vamos y le seguimos mañana, esta muy oscuro y este piso de madera esta muy pronunciado, me da miedo.
- Servando. ¿miedo? por favor ¿a tu edad y tienes miedo?, no seas tonto no hay nada aaaaaaa.
Se escucho un gran ruido que hizo que las aves que dormían en el techo de la casa, huyeran tan deprisa, que la gente que pasaba por esa calle también se asusto dela estampida. Los dos jóvenes habían caído en una especie de sótano, miles de ratas husmeaban al ver los cuerpos sin movimiento, estas comenzaron a morder sus ropas, aun inconscientes podían sentir las mordidas de las fieras pequeñas que ansiaban comer algo.
Con todo y el dolor del golpe julio como pudo se levanto y grito desesperado pidiendo ayuda para salir del oscuro sótano. La noche llegaba mas rápido que de costumbre y julio trataba de alejar las ratas que asechaban a Servando; con esfuerzos logro quitarlas y despertar a Servando, aturdido por el golpe se pusieron ambos de pie y comenzaron a gritar fuerte y desesperados, pero nadie escuchos sus ruegos.
La casa de los Leonés tiene muchos años, se tejen entre sus paredes muchas historias que dejan a todo mundo atónito de miedo, sin embargo esta vez parecía que julio y Servando serian los próximos protagonistas de una de tantas macabras experiencias.
Aturdido y pálido Julio decidió sentarse a meditar la situación, al mismo tiempo Servando empezó a buscar alguna salida, objetos con que golpear, era difícil buscar entre tanta madera picada y vieja, la luz era tenue, pronto caería la noche, no permitiría ver absolutamente nada, ambos ya asustados no encontraban manera de salir de ese sótano espantoso.
Cuando la luz había desaparecido, las ratas empezaron a chillar y a salir por un hueco en la pared que parecía puerta, por lo oscuro era difícil discernir, sin embargo entre los dos chicos se dieron valor, se acercaron lentamente a ese punto del sótano, efectivamente era una puerta, por un momento se alegraron y rápidamente murmuraron.
- Servando. Menos mal que ya termino este susto, si empujamos fuerte esta puerta vieja se cae por que se cae
- Julio. Si seguro hay una escalera para subir esta casucha y salir, mi mamá ya debe estar preocupada y la tuya Servando enfurecida por que no lavaste tu uniforme
- Servando. Ya cállate, mejor empuja conmigo para tirar esta madera.
Ambos empezaron a tirar con fuerza de dos chicos de dieciséis años, pero la puerta dormía profundamente, parece no quería abrir por ningún motivo, volvieron a sentirse frustrados, con ese frió escalofriante que cunde todo el cuerpo, no podían hacer mucho, la patearon, le golpearon con trozos de madera y no modificaban nada, agotados decidieron repensar sus acciones para que dieran mejores resultados, ya que la noche seguía avanzando.

En la ciudad (Valle verde) las tardes de Invierno se cubren de niebla, son frías, donde el sol muere rápido en el horizonte, la oscuridad desesperada por cubrir la ciudad, la gente corre presurosa, agitada por la lluvia, las chapas rojas de las niñas que corriendo juegan en patios grandes y calles del parque, el sudor húmedo y frió de los niños que golpean fuerte la pelota. La noche ya viene, las amas de casa preparan el café, van a las misceláneas y expendios a comprar ese delicioso pan que todas los días preparan los pueblerinos, el olor de chocolate y café acompaña la neblina blanca como nieve, que yace sobre el valle verde, solo las luces incesantes de los coches dan dirección de calles inundadas por viento cenizo. Todo el ritual del invierno en el pequeño San Antonio, hace que las casas sean cálidas, calladas por ese frió que atropella a todo el cuerpo.
- Abuela, abuela ¿nos regalas unos dulces de café?, por favor, ya cenamos
- Si, mis niños solo dos por que hoy no lleve mas dinero para comprar
- Si, si, ¿hoy que nos vas a contar?, seguro mas historias de las brujas que bajan del cerro, no, ya se, tal vez del lobo que se come a los niños pequeños, o los duendes que lanzan piedras en el río.
- No, hoy les contare de Julio y Servando, dos amigos que buscaban tesoros perdidos, en los lugares mas alejados del mundo.
- Órale, esto suena emocionante, ya empieza abuela.
- Tranquilo que la noche apenas llega, y sin la noche los cuentos no tienen magia.
Los días de invierno son acogedores, porque la gente se reúne para tomar chocolate, de paso afianzan lazos fraternales y de amistad.
- Julio hace tiempo dejo de ser social para entrar al mundo de los tesoros, el soñaba con armar un santuario del pasado, así era como el decía, quería reunir todos los artículos y cosas viejas que pudiera, exponérselas a la gente que vive en su pueblo, y así recordaran sus antepasados. Pero no es suficiente con que la gente vea lo viejo, se necesita de historias, de cuentos, que hagan a la gente poner atención.
- Pero abuela Julio y Servando son mis...
- Silencio que toda historia merece respeto niño.
Pronto las paredes húmedas, sin luz, empezaron a ser sombrosas, escalofriantes, en la azotea se escuchaba el silbido del viento, como augurando el desenlace de los chicos, que lloraban inconsolables, el viento gritaba con sonidos macabros. Se pusieron de pie, se miraron al mismo tiempo, corrieron con fuerza al punto dónde se encontraba la puerta, que de un solo golpe cayó del otro lado; salieron murciélagos aleteando por encima de sus cabezas, ratas despavoridas, ahora los que atemorizaban eran Julio y Servando, pero seguían encerrados, sin embargo descubrieron unas escaleras que daban a otro sótano, se acercaron y bajaron cuidadosamente. Un ruido constante, agua corre muy agitada, se sorprendieron mucho, era un río subterráneo, probaron si era muy profundo, solo les daba a la cintura el agua, inmediatamente caminaron hacia donde iba la corriente.
- Servando: Creo que si seguimos podemos encontrar una salida.
- Julio: Espero que si, porque ya tengo muchísimo miedo
La corriente empezó a ser más fuerte, los arrastró a su antojo, los llevo más y más rápido, hasta que se hundieron completamente en una especie de remolino que absorbía el agua del río subterráneo.
Julio. Servando, Servando despierta, mira, por fin salimos de la casa de los Leones.
Servando: ¿Logramos salir de ese laberinto?, ya esta amaneciendo, el sol ya empieza a asomarse, ¿pero donde estamos?, ¿alguna vez has estado en este lugar?, yo no recuerdo que en San Antonio haya una laguna tan bonita como esta.
Julio: ¿Entonces estamos perdidos?
Ellos estaban en un lugar que no conocían, nunca les habían hablado de el, y mucho menos estado ahí, sin embargo ese lugar existe, esta al otro lado del cerro del Acatepetl, se encuentra frente al pueblo de san Antonio, de el salen ríos subterráneos y arman una laguna, que esta encantada, pues quien cunde en sus aguas nunca logra regresar a casa.
Los niños con cara de sorpresa escuchaban lo último que decía la abuela, que disfrutaba contar sus historias.
- Madre, ya es hora de que entres a la casa ya hace mucho frió, esos niños deben dormir, pues mañana hay que llevarlos a clases, además estoy muy nerviosa pues Julio a un no llega, no se donde anda ese muchacho.
- Mamá, la abuela nos contó la historia de Julio, te digo, te digo.
- No, no ya es hora de dormir ya se acabaron las historias.
- Así es mi nietecito, la historia ya terminó, mañana solo la realidad nos espera, todo por no escuchar las viejas historias que se narran en San Antonio, si muchos niños y gente las escuchara, sabrían de los peligros que hay que evitar.
Días mas tarde, la avenida uno, donde se encuentra la casa de los Leones ofrecía a toda la gente que pasaba por ahí un olor putrefacto, que inundaba las calles. La policía llego al lugar, haciendo inspección de todo el sitio encontraron dos cadáveres de jóvenes, que yacían mordidos por ratas e incluso por murciélagos, uno de ellos tenía en manos un libro viejo que contenía fotos y dibujos de muchos lugares de San Antonio, entre ellas, la foto de la laguna que se alimentaba por ríos subterráneos.

Orazio Barmez
Foto Casa de los Leones Huatusco, tomada de www.zenko81.blogspot.com/

miércoles, 24 de junio de 2009

POEMA: Anónimo


Han pasado varios días, no tengo la cuenta de ellos, solo ha servido ese lugar para descansar, no hay esa cosa que pasa, cuando un hombre y una mujer se atraen con profundo sentimiento. Y cuando las reglas le sugieren, entonces debe haber besos, caricias, palabras, que hagan sentirse como amantes, porque así lo son, una pareja. Pero seguramente para ella es mas disfrute cuando se habla como amigos y van al café, platican, conocen lugares, llegan a casa y comen juntos, es una situación que causa cariño hacia esa persona, porque además representa a los grandes amigo y la amistad es una de esas cosas que tienen mucho valor, y entonces ella, considera que debe ser buena, debe ser comprensiva, debe entender que ese es su hombre, y algunas veces se siente orgullosa de tener a un hombre tan excelente como el, uno que nunca dice que no a ella, que siempre hace todo pensando en ella, que siempre, a pesar del mal humor y la indiferencia de ella en la cama por periodos de tiempo, le muestra una sonrisa de buen sentimiento, con ojos que le repiten una y otra vez lo que siente por ella, y que ha soportado algunos momentos bastante incómodos para el, solo porque provienen de la boca de ella. Y otra veces se siente en peligro ella, porque así es esta vida, y los peligros corren por aquí, tanto para el como para ella,que tiene miedo de quedarse aquí, cuando ya la vida esta pasando y el tiempo corriendo. Y miedo por el si alguna vez llega un momento decisivo en esta historia. No soy bruja, no quiero ser bruja...no se cuanto me importa la felicidad de los demás, no se mucho, poco nada, no lo se, pero este es mi presente.

Anónimo
24 de Febrero de 2005


Foto tomada de: skatergorix.files.wordpress.com/

viernes, 19 de junio de 2009

CUENTO Ciruelas de Mayo


Ciruelas de Mayo
Por Orazio Barmez.


Terminando el festival del día de las madres regresamos a casa, en el camino entre la gente alcanzamos a Severina, una señora más grande que mi madre pues se le nota lo flaca y cansada, nunca deja de bostezar con ganas de dormir, ella también tiene un hijo, se llama Jorge pero todos le dicen “tostado”, vamos juntos a la escuela en el mismo salón y con la misma maestra. Antes del festival de las Madres la maestra Bartola llamó a una reunión de padres de familia para que hiciéramos una prueba de los avances en lectura y entregar calificaciones de los exámenes recientes. Severina aparte de bostezar lleva la cara de enojo, le decía a mamá que sacaría a Jorge de la escuela por que la maestra no lo quiere, sin embargo lo que no sabe Severina es que su hijo Jorge a la hora de ir al baño se queda trepado en los ciruelos que hay detrás de la escuela, hasta que se cansa de masticar ciruelas verdes y otras camaguas, siempre tiene hambre debe ser por herencia (como su mamá), siempre se duerme en las clases por eso no aprende a leer, Severina enojada parece quiere ser mi madre porque decía quien como tu hijo que ya sabe leer, lo que tampoco sabe Severina es que mi mamá siempre me pone hacer la tarea y en vez de comer ciruelas me prepara gordas rellenas de papa y queso, cuando voy al baño en la escuela las ciruelas ya no se me antojan y regreso al salón. Severina y su hijo Jorge viven muy cerca de mi casa, al llegar ellos primero mi mamá decía que pusiera a repasar mucho y en junio seguro ya deletrea para pasar a segundo año de primaria, Severina bravucona dijo que su hijo era más burro que su padre y quien sabe si pudiera.
El cielo se ve negro, las nubes gordas, comienzan a caer algunos goterones de agua como canicas y se levanta el polvo de la calle, mi madre me agarra fuerte de la mano y empezamos a trotar para que alcancemos a llegar a casa sin mojarnos.
Me quedé con ganas de subir al ciruelo del patio y cortar un tenate de ciruelas para que mamá haga dulce con ellas, pero la lluvia no me dejó, es mejor encerrarnos por que seguro con tanto trueno se va la luz, siempre pasa lo mismo cuando llueve y truena fuerte. Mamá se preocupa de mi padre por que aun no llega del campo, al llegar ya casi oscureciendo amarra el caballo y entra rápido empapado de lluvia, se cambia y mi madre prepara pan, leche y té para que papá se le quite el frío de la lluvia, mientras le da tiempo de terminar las “guisadas” (tortillas con manteca, se les unta frijoles y salsa roja con queso o pollo).
Cuando es fin de semana puedo ir con mi papá a su parcela, en un cerro pequeño hay un ciruelo con dos ramas en forma de –Y-. Por la tarde después de ayudarle con lo que me pidió papá me voy con un morral al ciruelo del cerro mientras el termina con algún pendiente, ahí me paso una hora como Jorge trepado, cortando y seleccionando las ciruelas que más me gustan, comiendo las que se ven mas sabrosas, aveces platico solo, cuando sea grande plantaré más ciruelos para escoger a cual árbol cortar, no me canso de estar arriba, paso de rama a rama, hasta digo que es mi nave espacial y me acomodo para poder manejarla, se siente el aire fresco y el ritmo del viento te mueve de tal forma que sientes que vuelas, cuando me canso de jugar con el aire, empiezo a mirar los paisajes, se ven dos pueblos, gente en sus burros caminando muy pequeñitos, sembradíos de maíz y árboles verdes algunos secos y otros con flores.
Mi padre siempre dice que no suba al ciruelo por que es un árbol vidrioso y se rompen sus ramas con facilidad, pero yo no peso mucho y le caigo bien al ciruelo nunca se rompe ninguna rama, las vacas vienen a comer de las ciruelas que caen de maduras o las que tiro al treparme. Mi padre me alcanza y me ordena que ya baje, que parezco mono trepado, que se va romper las ramas, que desperdicio muchas ciruelas, que desde abajo se pueden cortar, en fin muchos regaños, lo que no sabe es que arriba, es como volar de a poquito. No entiendo por que tanto pleito si ya se leer y desayuno para no subirme a los ciruelos de la escuela.



miércoles, 17 de junio de 2009

CUENTO La despedida del Abuelo




La despedida del abuelo.
Orazio Barmez

 

El aire golpea firme sobre mi rostro mientras el auto avanza rápidamente, no aparto la vista del paisaje que cambia lentamente, terrenos largos con poca vegetación, árboles pequeños, barrancos cortos, el color cambia de verde a café. Sigo avanzando, el aire se mezcla con el polvo alborotado por de esa carretera. Una hora sin detenerse mirando cada árbol que cambia el paisaje, casas pequeñas, gente caminando lento.

El auto se detiene dudo en bajarme, camino rápido y tembloroso, ajusto bien la mochila que echo al hombro, me coloco unos lentes oscuros para disimular el miedo y la incertidumbre, algunos vehículos en fila y mucha gente que camina muy despacio hacia el mismo lugar, sus caras son ausentes, pensantes, algunas con llanto y otras disimulando la escena.

Me acerco callado, no miro a nadie, avanzo entre la gente encuentro a mi hermana y busco a mi madre no la veo, abrazo fuerte a mi hermana y suelta unas lagrimas.

Se escucha como se detiene sobre el suelo todo enmudece, se oyen gritos en el silencio.

La muerte es inevitable llega lenta o rápida, abraza no suelta hasta olvidar como respirar, como cerrar los ojos para siempre y olvidar como mover el cuerpo, así la pienso; como el mismo aire que te abraza y golpea cuando un auto corre y al abrir la ventanilla sientes esa fuerza, suave caricia muerte lenta.

Así lo abrazo, le susurro que se olvidara de ordenar a su cuerpo, cerrar los ojos, no necesitar el aire, dormirse para siempre.

Mi madre cuenta que él no quería morir, al estar enfermo siempre pedía morir sin embargo se resistió en el último momento, tenía miedo como todos tenemos miedo, nadie quiere olvidar el tiempo y fundirse en la nada, en lo desconocido, todos esperan algún regreso.

El ataúd yace sobre el suelo, la gente alrededor le mira fijamente,  mí hermana la sujeto a mí pecho consolando el miedo y tristeza.

El ritual prosiguió; rocié agua y tierra sobre la caja de madera reluciente, que resplandece con el sol, dejando en silencio una disculpa y buena suerte si en la minúscula posibilidad me escuchara, ninguna lágrima salió, todo fue silencio.

Después de eso, la familia, hijos nietos y demás acompañantes se alegraron en parte por su muerte, pues fue tormentoso el delirio para dejar de respirar. Quienes le acompañaron en su último recorrido por el pueblo aprovecharon la oportunidad para limpiar un poco las tumbas de familiares olvidados entre pasto y hierba prominente, sobre las lapidas blancas y secas.

La gente poco a poco fue dejando el santuario de los muertos.

De regreso no deje de recordar como fue el abuelo, nació después de la revolución Mexicana, siempre tuvo una personalidad difícil, huraña, gruñón, serio, amable, bondadoso hospitalario y trabajador. Cuando niño siempre tuvo un afecto especial sobre sus demás nietos.

Lamento que se haya marchado, pero lo inevitable no tiene fecha ni hora solo sucede y se incorpora a la historia que construimos y conocemos.

Un hasta pronto, suerte y disculpas fue lo último que pude decir en silencio frente a la tumba del abuelo, ese que siempre me invitaba a merendar al atardecer, en aquel comedor que apenas alcanzaba, un café endulzado con piloncillo, leche de vaca y pan horneado con leña.

El silencio al cenar se hacía presente y se olvidaba merendando del buen guisado de la abuela que iba y venía de la cocina al comedor para atender al abuelo, que sentado del lado derecho a lo largo de la mesa, iniciaba el ritual con un sorbo al café caliente y humeante.

 

@oraziobarmez
 


Foto tomada de http://www.carlosmiceli.com/